martes, 5 de abril de 2016

Una chica como tú no debería...



― Una chica como tú no debería caminar sola por la noche.
― ¿Tengo pinta de que me importe tu opinión? ―respondió Lola mientras chasqueaba la lengua con un gesto de desprecio. Realmente no le importaba lo que opinase aquel desconocido, y a decir verdad, no le importaba lo que ningún borracho pudiese decirle a las 3 de la mañana. Había salido sola, como otras tantas veces a hacer lo que mejor se le daba, conocer gente. Precisamente en eso se basaba su ‘trabajo’, y al haber llegado a una nueva ciudad, casi tenía que empezar de cero. En realidad, era lo que más le gustaba. En cierto modo, era lo que le daba la vida.
Había estado recorriendo los bares de la zona, y poco a poco se había ido animando. Nuevos clientes habían engrosado su 'agenda', y eso era bueno para el negocio, aunque también había tenido que lidiar con algún gilipollas, y demasiados ‘cumplidos’ que no le habían hecho gracia. Y aunque no había encontrado a quien buscaba, consideraba que había sido una noche productiva.
Pero la temperatura había disminuido a la mitad de la que hacía cuando salió a la calle, y no llevaba bastante ropa como para estar a la intemperie, además, no tenía ganas de seguir dando vueltas, estaba un poco asqueada de tantas cosas…
Prométeme que no te meterás en líos”. Hacía tiempo que había perdido la cuenta del número de veces que había oído esa frase, y sin saber por qué se le vino a la cabeza mientras puenteaba un coche.
Al arrancar el motor, un humo negro salió del tubo de escape. Buscó la radio y le dio a reproducir el disco que estaba puesto. Primera. Segunda. Tercera. A penas había gente por la calle, y hacía horas que no oía las ambulancias. Se había enterado esa noche de que estaban haciendo un simulacro de emergencia, lo cual explicaba el exceso de policía en la ciudad, no le interesaba que la parasen, aunque ¿quién pararía a una chica guapa que regresa a casa sola en un coche viejo? Los tacones le estaban matando y había optado por conducir descalza.
En su cabeza resonaba como un eco aquella petición de promesa que no había podido cumplir. Aquella que le había llevado a marcharse lejos. Y aquel último “te quiero” que le había sonado tan amargo.
Se sentía cansada. Uno de tantos borrachos, en un inútil afán de ‘hacerse el interesante’ había tratado de psicoanalizarla. ¿Por qué todos creían conocerla? Le molestaba que un desconocido le diese su opinión, aunque se sentía satisfecha de dar la imagen que llevaba preparando tanto tiempo, modelándola a base de esos mismos psicoanálisis que tanto le irritaban. ¿Serían consciente todos ellos de lo que habían creado? Probablemente no, tampoco le importaba. Pero esta vez algo le había desconcertado, aquel chico, tras unos minutos, le había abrazado y besado el pelo antes de marcharse.
Siempre la misma historia. Siempre el mismo interés. La misma soledad. El mismo silencio cuando terminaba la noche. Y la misma cama vacía que le permitía descansar sin ser molestada.