― Una chica como
tú no debería caminar sola por la noche.
― ¿Tengo pinta
de que me importe tu opinión? ―respondió Lola mientras chasqueaba la lengua con
un gesto de desprecio. Realmente no le importaba lo que opinase aquel
desconocido, y a decir verdad, no le importaba lo que ningún borracho pudiese
decirle a las 3 de la mañana. Había salido sola, como otras tantas veces a
hacer lo que mejor se le daba, conocer gente. Precisamente en eso se basaba su
‘trabajo’, y al haber llegado a una nueva ciudad, casi tenía que empezar de
cero. En realidad, era lo que más le gustaba. En cierto modo, era lo que le
daba la vida.
Había estado
recorriendo los bares de la zona, y poco a poco se había ido animando. Nuevos
clientes habían engrosado su 'agenda', y eso era bueno para el negocio, aunque
también había tenido que lidiar con algún gilipollas, y demasiados ‘cumplidos’
que no le habían hecho gracia. Y aunque no había encontrado a quien buscaba,
consideraba que había sido una noche productiva.
Pero la
temperatura había disminuido a la mitad de la que hacía cuando salió a la calle,
y no llevaba bastante ropa como para estar a la intemperie, además, no tenía
ganas de seguir dando vueltas, estaba un poco asqueada de tantas cosas…
“Prométeme que no te meterás en líos”. Hacía
tiempo que había perdido la cuenta del número de veces que había oído esa
frase, y sin saber por qué se le vino a la cabeza mientras puenteaba un coche.
Al arrancar el
motor, un humo negro salió del tubo de escape. Buscó la radio y le dio a
reproducir el disco que estaba puesto. Primera. Segunda. Tercera. A penas había
gente por la calle, y hacía horas que no oía las ambulancias. Se había enterado esa noche de que estaban haciendo un simulacro de emergencia, lo cual
explicaba el exceso de policía en la ciudad, no le interesaba que la parasen, aunque
¿quién pararía a una chica guapa que regresa a casa sola en un coche viejo? Los
tacones le estaban matando y había optado por conducir descalza.
En su cabeza resonaba
como un eco aquella petición de promesa que no había podido cumplir. Aquella que
le había llevado a marcharse lejos. Y aquel último “te quiero” que le había sonado tan amargo.
Se sentía
cansada. Uno de tantos borrachos, en un inútil afán de ‘hacerse el interesante’
había tratado de psicoanalizarla. ¿Por qué todos creían conocerla? Le molestaba
que un desconocido le diese su opinión, aunque se sentía satisfecha de dar la
imagen que llevaba preparando tanto tiempo, modelándola a base de esos mismos psicoanálisis
que tanto le irritaban. ¿Serían consciente todos ellos de lo que habían
creado? Probablemente no, tampoco le importaba. Pero esta vez algo le
había desconcertado, aquel chico, tras unos minutos, le había abrazado y besado
el pelo antes de marcharse.
Siempre la misma
historia. Siempre el mismo interés. La misma soledad. El mismo silencio cuando
terminaba la noche. Y la misma cama vacía que le permitía descansar sin ser
molestada.