lunes, 10 de diciembre de 2012

No deberías estar aquí


Con esta confusa sensación de no tener claro si este viaje a servido para algo vuelvo de nuevo a Sevilla. Desasosiego. Quizás salí el jueves con demasiadas expectativas, aunque tampoco sé de qué me extraño a estas alturas, el sábado se cumplió un año desde que busco a Armand. Supongo que tenía la esperanza de encontrarlo allí.

El miércoles tuvimos una reunión de clan que se alargó más de lo esperado. Tenía apalabrado un vuelo que tuve que retrasar a la noche siguiente. Aún así, no me disgustó, no lo vi como una noche perdida. Descubrí varias cosas que me sorprendieron, entre ellas, una traición. Elisabeth, quien creía aliada, resultó ocultar más cosas de las esperadas. ¿Cómo podía albergar en mi propiedad a su Sire? ¿Cómo había sido capaz de esconder allí a un ser tan repudiado e infame? No sólo me había traicionado a mi, también había traicionado a la camarilla. Había dado cobijo a un vástago manipulador que no había dudado en engañar a sus propios hijos, algo que traerá consecuencias. Cuando llegue a Sevilla, lo primero que haré será notificarle que ha de abandonar mi propiedad de inmediato. Sólo espero que su mierda no me salpique. No le debo nada y creo será mejor que siga siendo así.

Al caer la noche del jueves partí hacia Madrid. Hacía veintiséis años desde la última vez que estuve allí. Entonces desconocía que perteneciera al Sabbat, y Dante se encargó de recordármelo la noche anterior. Tenía varios asuntos mortales que cerrar, algunos negocios que necesitaban de mi presencia y a pesar de saber que tal vez me trajera algún que otro encontronazo con el primogénito, necesitaba acudir a mis citas. Además, no tenían que ver con otros vástagos y mucho menos con el Sabbat.

De la primera cena he de reconocer que quedé bastante satisfecha de los resultados. La segunda, sin embargo, faltó poco para que me pudieran mis impulsos. ¿Cómo se podía ser tan necio como para querer venderme a mi una falsificación? ¿En qué estaría pensando aquel inútil mortal? La tercera noche fue mía. Esa noche se cumplía un año desde que Armand desapareció. No sé por qué algo en mi interior me decía que estaría cerca.

En torno a las nueve de la noche recibí una llamada, era Sara, me dijo que había oído que estaba por la ciudad y que al hacer mucho tiempo que no nos veíamos tendríamos muchos asuntos de los que ponernos al día, quería que me pasase por su fiesta en una sala que tenía junto a Gran Vía. Estaba a un par de manzanas de mi ático, nada me impedía acercarme. Le pregunté si sabía algo de Armand. Silencio. Sentí con la misma intensidad la ilusión que el miedo. Me propuso que estuviera allí sobre las dos y media, y colgó el teléfono. ¡Tal vez supiera algo! Pero entonces ¿por qué tanto secretismo? ¿tendría miedo? ¿de qué?

Llegué puntual a la puerta. La entrada parecía de la un antro cualquiera. La cola llegaba casi hasta el final de la calle Mesoneros Romanos, se veía a la muchedumbre desde la Gran Vía. Prometía estar abarrotado. El portero, un vástago de casi metro noventa, no dejaba de mirarme conforme me acercaba. Contemplé durante algunos segundos aquella escena antes de dirigirme hacia la puerta. El vástago apartó a unos críos que entorpecían la entrada para que yo pasase. Sentí la mirada de todos depositada en mi. Al entrar, me encontré una escalera que bajaba. Estaba llena de mortales que a mi paso enmudecían mientras me miraban. Al fin llegué al sótano. Era una sala amplia, oscura pero llena de lámparas de luz negra. En el extremo contrario se encontraba Sara, rodeada de Ghuls que parecían ebrios. Siempre le ha encantado compartir su sangre con la comida. A mi paso se fue abriendo un pasillo. Llegué hasta ella. Siempre ha sabido que detesto el contacto, sin embargo, nunca evita darme un beso mientras me abraza. Su efusividad me enferma pero los ciento cincuenta y tres años que me saca hacen que no deba evitarlo. Me invitó a sentarme mientras me ofrecía a una humana que me avergonzaba ¿qué hacía a una mortal llevar tan poca ropa en invierno? Parecía que su único deseo era el de enseñar más carne de la que escondía aquel pequeño trapo. Aún no me había dado tiempo de sentarme cuando ya tenía una copa de cero negativo en una mano y el cuello de la humana junto a la cara. ¿Cómo podía tener tan poca clase aquel saco de huesos? Sara se sentó junto a mi. Aún no  había abierto la boca. Volví a preguntarle "¿Sabes algo de Armand?". Silencio. No me contestaba, olí su miedo. Agachó la mirada mientras me decía  "He oído que lo buscan, ¿sabes ya qué robó en Manhattan?". No me dio tiempo a contestarle. A penas llevaba unos minutos en aquel sótano cuando me volvió una sensación casi olvidada. Sabía que había llegado pero no lo veía. En mi cabeza oí "No deberías estar aquí. Vuelve a Sevilla, aquí quieren volver a cazarte. ¡Vete!". Me sentí obligada a marcharme a pesar de saber que le había encontrado. ¿Por qué me hizo marcharme sin verle? ¿Por qué me avisaba para que huyese en vez de pelear junto a mi? Al menos confirmé que sigue vivo...

Me marché de la sala buscándolo con la mirada, pero nada, no fui capaz de verlo. Sara debe saber mucho más de lo que aparenta, ¿la habrán obligado a callar? ¿Armand me estaría avisando sobre ella o hay alguien más que me estuviera siguiendo? Caminé por la Gran Vía, debía recoger algo de mi ático antes de marcharme. Hice una llamada, volvería antes de lo previsto y debía preparar el transporte. No era seguro andar por allí mucho más tiempo y menos si es cierto lo que dijo Dante sobre la caza de sangre...

martes, 4 de diciembre de 2012

Muñeca de porcelana I


Podría haber sido eterna si lo hubiese deseado. La piel tersa, blanquecina, luminosa. Los labios carmín, perfilados y carnosos. Esa figura ligera, contorneada y altiva, demostraba un poder soberbio, podría haber atemorizado al más valiente con un simple gesto. No le era necesario pronunciar palabra para obtener cuando le fuese deseado. Su semblante sereno provocaba la misma admiración que miedo, pero su larga melena rubia le aportaba la dulzura necesaria para ser amada. Los tirabuzones le daban cierta apariencia de muñeca de porcelana. Quizás hubo un día en el que lo fuera, ahora encantada, con vida propia.

Al fin pude contemplar sus ojos. Al alzar la vista el flequillo dejó de cubrírselos. Quedé atónito. Ahora era aún más hermosa. Me descubrió contemplándola y sus mejillas parecieron tomar color. Grises, tenía los ojos grises, un gris a juego con las nubes que durante todo el día nos amenazaban. Tenía enmarcado el iris con un fino borde azul marino. Me quedé prendado. A pesar de notar su incomodidad, no fui capaz de dejar de contemplarla. El nerviosismo del momento la forzó a esbozar una sonrisa. No era mi intención incomodarla, ni mucho menos. 

Llegó mi parada, era el momento de salir de aquel vagón de metro. De ella tan sólo me quedaría un recuerdo, probablemente olvidado al día siguiente, pero que en el momento de frenar me pareció que podría ser eterno.

martes, 28 de agosto de 2012

Soy tonta y yo sin saberlo

Esto que os cuento es un hecho real, absurdo pero verídico.

Hace unos días recibí una llamada desde el CajaSol de la calle Granada, comunicándome que tenía un descubierto en una cuenta sin movimientos, mi sorpresa fue grande, pero claro, una vez cumplido los 26, nuestros queridos bancos presuponen que ya somos "adultos", por no recrear las palabras textuales de una cincuentona de La Caixa, que con voz burlona me habló como a una niña a la que se le confiesa que los Reyes Magos no existen. Un par de días después, recibí otra llamada, en esta ocasión de una especie de Cobrador del Frac, insistiendo en que desconocía los motivos, pero que tenía una deuda que tenía que pagar de inmediato, insistiendo fervientemente en que le cerrara una fecha para ir a mi oficina de CajaSol para hacer el ingreso. Cual fue mi sorpresa cuando, por casualidad, vi que esa misma cantidad me la acababan de cobrar de mi cuenta de La Caixa. Bueno, hasta ahí, más o menos todo es coherente.

Esta mañana decidí pasarme por una oficina para cerrar la cuenta de CaixaSol (antigua CajaSol, mi cambio de nombre creo que es evidente). Para empezar, el señor que me atendió, no comprendió que me hubiesen cargado el importe a mi otra cuenta, pero bueno, puede ser la nueva política de la empresa, ahora todas son la misma, ¿no? El buen hombre me comenta que el descubierto había sido porque tengo una tarjeta del banco, que aunque desde que abrí la cuenta sólo la he usado una vez, tiene un mantenimiento que pagar. Llama por teléfono a mi oficina de la calle Granada, y poco convencido me dice que tengo que pagar la parte proporcional del mantenimiento. Al oírle decir "afirmativo", ya me dio que pensar. Cuando le pido que me la cierre me imprime un folio donde dice que tengo que pagar 4,83€ de mantenimiento y 0,08€ de intereses. Esto en un momento dado podría hasta "cuadrar", ya "soy adulta", ¿recordáis? Pues bien, a pesar de mi indignación, le digo que de acuerdo, le suelto un billete sobre el mostrador y muy amablemente me dice "si quieres, ve a hablar con los de tu oficina a ver si se puede arreglar", imaginad mi cara en ese momento, ¿realmente me estaba diciendo que fuese a protestar a mi oficina para evitar pagar o solo era una apreciación mía?

Total, me dirijo a mi oficina, no queda muy lejos y yo cada vez me iba calentando más, la ira empezaba a colapsarme las arterías, y que mejor que tu propia oficina para mirar a los ojos a aquel que te había llamado por teléfono aconsejándote que cerraras tu cuenta con ellos.

Cuando llegué a la oficina, no había nadie, así que las tres mesas estaban libres (ya me había fijado en los recortes de estas sucursales), a una señora con cara mezcla entre tener pocas ganas de trabajar y desagradarle mi presencia le comento que desde otra oficina han llamado por mi caso, lo cual se atribuye el Subdirector Comercial (JCG), que casualmente estaba hablando por teléfono con "otro cliente" que también tenía un descubierto (empezamos bien).

Por fin me atiende este "amable señor", ante mi indignación por tener que pagar por una cuenta que no utilizo, me explica primero que el mantenimiento de la cuenta son 6€ y que se cobran de manera semestral, en Junio y Diciembre y que lo que se me está cobrando en esto 4,91€ (resultado final) son obviamente la parte proporcional hasta Agosto (si, yo puse esa misma cara), resulta que la parte proporcional de 6€ que vienen a ser un euro al mes, en Agosto va por casi 5€ en vez de 2€, ante mi respuesta me dice que se me cobra el mantenimiento porque ya he cumplido los 26, después me dice que los debo haber cumplido entre Marzo y Junio, segundo Fail, los cumplo en Febrero, entonces me dice que deberían haberme cobrado en Junio la parte proporcional pero que por algún motivo eso no se me cobró y finalmente me dice que es que mi cuenta cobra el mantenimiento trimestralmente (¡al fin algo cuadra!), pero no, no me cobran 3€ trimestrales que tendría algo de sentido, sino que ¡me siguen cobrando 6€! Mi cara a estas alturas ya era algo épico.

Recapitulo por si alguien se ha perdido, primero me dice que 4,91€ es la parte proporcional desde Junio hasta Diciembre, cancelando la cuenta en Agosto, después que les tengo que dar las gracias por no haber empezado a pagar antes porque ya "soy adulta" y por último, que lo que tengo que pagar es la parte proporcional del trimestre de Junio a Septiembre, que casualmente es la misma cantidad que por semestre. ¿Se debe todo esto a un desconocimiento antes de dar información? no lo descarto ¿se trata de una incompetencia de un trabajador sometido a un cambio de directiva? eso démoslo por seguro. La mejor parte es que cuando me abrí la cuenta, se suponía que era joven hasta los 30 años, pero ¡sorpresa! según este señor, eso sólo ocurrió durante un breve periodo y que después volvió a ponerse en los 26 años. Qué curioso que cuando me la abrí, el amable señor de la mesa que me atendió en la calle Ganada me dijese que era hasta los 30 y qué lástima que no encuentre el contrato para poder asegurarme de lo que firmé.

Pero no termina aquí la cosa, no, que en defensa a mi indignación, el amable señor se defiende con un "es una falta de respeto hacia mi que diga que la estoy tomando por tonta" ¿perdona? ¿y no es una falta de respeto, no solo hacia a mi, sino hacia cualquier cliente al que le trate igual la actitud de este señor? Todos estos años pensando que quien trabaja en una oficina bancaria había estudiado económicas y ni siquiera saben hacer una regla de tres, eso sí, el buen hombre intentó hacerme una regla de tres en un papel para demostrarme que la parte proporcional de 3 meses eran los 4,91€.

Ojalá hubiese llevado un billete mayor de 10€ para tirárselo a la cara y que se cobrase los 5€, porque soy perfectamente consciente de que el trato que me ha dado ese amable señor era por mis pintas y por querer cerrar una cuenta que no tenía movimientos. Eso sí, en todo momento defendió que en el papel que me estregaba no ponía nada de "pago por cierre de cuenta", pero qué casualidad que me quisiesen cobrar mantenimiento justo cuando la estaba cerrando.

Y ahora es cuando cada cual llega a sus propias conclusiones, se hace sus preguntas y se responde, luego, los medios harán eco de los "robos del Mercadona", de las indignaciones a través de Twitter y de las sentadas en los bancos, pero con sucesos como éste, no me extraña que se quieran quemar bancos y robar a los "ricos", este tipo de cosas, como mínimo dan ganas de cerrar todas las cuentas y que lo poco que tengamos lo escondamos bajo el colchón o en una caja fuerte en casa, porque no nos darán intereses, pero al menos no los perderemos por culpa de los intereses y los mantenimientos. Por que eso sí, ¡si domicilias tu nómina, no te cobran nada! Señores banqueros, si no domiciliamos una nómina, es ¡porque no cobramos todos los meses! entonces, ¿por qué nos cobráis todos los meses intereses, mantenimientos, etc?

jueves, 21 de junio de 2012

Érase una vez...

una chica que por azar conoció a su Príncipe, parecía que vivirían felicez, pero no contaron con el Lobo...

Érase una vez... from Rosanera on Vimeo.

martes, 14 de febrero de 2012

Primera Parte

http://www.youtube.com/watch?v=wPPySXpXOC0 "Amour, Amour" de Rammstein


Siempre he sabido q las palabras se las lleva el viento, que hay cosas q se dicen xq en un momento determinado se sienten, o se creen sentir, y q poco después ya no tiene xq ser cierto. Cada uno es uno mismo y sus circunstancias, lo sé, lo aprendí hace años, fue una de esas verdades q te enseña un cuasi desconocido, pero q te marcan para toda la vida...

Nos conocimos por compartir amigos en un lugar al q dejé de ir por el "que dirán" de las gentes, un lugar donde hasta que dejé a mi ex, estaba a gusto. Nos reencontramos por casualidad un par de años después. Seguía pensando de ti lo mismo que cuando me reía de q te dieran miedo las arañas, es algo que siempre me pareció muy cómico.

Ya sabías por aquel entonces como era, cómo me sentía, te convertiste en amigo y confesor, conociste a mi ex, y decías comprender cómo me sentía, me animabas a no seguir así, a valorar si me compensaba, y no compensaba, pero necesité un último empujón para abandonar la carrera, esa carrera llena de obstáculos q nosotros mismos no habíamos interpuesto.

Poco a poco me fui enamorando de ti, me fui dando cuenta de la importancia q ibas tomando en mi vida, y llegó el 9 de febrero y otra vez fui carcelera de unos besos... Cuando me quise dar cuenta ya era tarde, sabía q no tendríamos futuro, lo hablamos, lo comprendimos, pero aun así lo intentamos. Nos pronosticamos tres meses, y esos meses pasaron, y decidimos darnos tres años más. Por tres años firmamos un contrato. No era por el compromiso, era por estar juntos, si los superábamos, seríamos capaces de pasar el resto de nuestras vidas juntos...

Creía, q engañada estaba, q serías mi pareja perfecta, la definitiva, q tontería, ¿cierto? después de tanto, creer q con 22 había encontrado a la otra mitad de mi alma. Qué estúpida. Pero aun así, creí querer pasar el resto de mi vida contigo. No creo en el matrimonio, pero aun así, quería casarme contigo, pero tú no sabías si querías hacerlo contigo, no sabías si era la adecuada.

Fue pasando el tiempo, nos iba bien, quien nos veía, creía q éramos una pareja perfecta. No se nos veía mal, no discutíamos y siempre dábamos una imagen de complicidad absoluta unida a ¿amor? ¿cariño? Nos apoyábamos en todo, nos animábamos a seguir adelante en los momentos duros, nos empujábamos en los momentos de duda, nos dábamos ánimos.

Tras el accidente, me sentía mal, las pastillas no me ayudaban, me deprimían, y luego ocurrió lo de Hugo, sé q lo pasaste mal, pero no comprendiste mi duelo, mi desconsuelo y mi malestar. Pasado un mes, decías q ya había pasado bastante, q era momento de superarlo, pero yo no lo sentía así. Cada noche, cuando te dormías, me iba a llorar al sofá. No había noche que no lo hiciera. Y cuando parecía q comenzaba a superarlo, la vida, mi inconsciencia, mi mal hacer, me la volvía a jugar. Y tu no entendías nada, no comprendías q pudiese sentirme mal. Todo se me juntaba, pero no te decía nada. Tu te agobiabas con el trabajo, y yo te apoyaba, te seguía animando a seguir adelante mientras yo me quedaba atrás. No te dejaba ver mi dolor, mi angustia, no te recriminaba tu falta, no eras consciente, no lo entendías.

Los días seguían pasando, los meses, y aunque no te lo mostraba, me sentía como el tiburón q llora, cuyas lágrimas no se ven porque está en el agua, en las profundidades se siente solo, y las lágrimas fluyen volviendo salada el agua... Y cuanto peor me sentía, más me decepcionabas, nunca deseé decirte qué hacer o cómo comportarte conmigo, si lo hacía, ¿qué gracia tenía lo nuestro? La magia partía de la naturalidad, nunca quise forzar nada, y donde no había, quedaba la nada, quedabas tú, tal cual eras, sin modificar tu naturaleza. nunca quise cambiarte, si lo hacía, ya no serías maravilloso por ti mismo, sino porque te amoldaras a mi, y eso es lo último que siempre he querido. No creí enamorarme de ti por una falsa imagen, sino por mostrarte ante mi tal como eras, aunque quizás me equivocase. Un día me llamaste ingenua, no me dolió por sentirme engañada por otras personas, sino por ti, por ver que no eras quien creía.

Una tras otra las decepciones fueron aflorando. Detalles q no tendrían por qué haber tenido importancia, la cobraron. Una noche de junio, también por casualidad, me encontré a un amigo hecho polvo, y como amiga, quise ayudarle, quizás por empatía, mis sentimientos anteriores afloraron, se entremezclaron con los suyos y tu creíste ver fantasmas donde sólo había noche. Comenzaron las peleas, llegando incluso a gritarme en mitad de la calle, y a eso no estaba dispuesta. No huí, simplemente intenté evitar que aquella riña llegase a más. No tenía ánimos para luchar.

Y llegó Julio, ni siquiera te acordabas, no te culpo de ello, cuando te conocí, ya sabía de tu mala memoria, de tu falta de costumbre por anotar las fechas, ¡si ni siquiera eras capaz de decirme la fecha de nuestro aniversario! Ahí si necesitaba huir, salir de la ciudad, irme a la playa, a Madrid, correr hasta morir exhausta. Era la semana del aniversario de Hugo, una semana "difícil" para mi, y a ti lo único q te importaba era q no estaba en Sevilla arreglando el destrozo de otra persona, te molestaba que me fuese con mi madre lejos, de "vacaciones", mi "obligación" era estar contigo, salvar lo q habíamos iniciado y tu habías firmado, porque era tu nombre el q quedaba en entre dicho, el q quedaba mal, por que tú te habías comprometido por mi con un trabajo que no tenía q ver contigo, sino conmigo, que habías hablado por mi, habías dado la cara por mi, aunque las fotografías las hubiese hecho otro, aunque yo ya hubiese perdido dos semanas en diseñar algo perdiendo así mi tiempo de estudio, sabiendo que me presentaba a exámenes que no aprobaría por no tener tiempo para estudiar, aunque hiciese tiempo que te decía que no me agradaba la idea de regalar así mi tiempo y mi trabajo a quien no lo merecía. Pero te daba igual como me sintiese, sólo pensabas en que huía para divertirme con mi madre, para ahorrarme el engorro de trabajar gratis. No hacías más que llamarme para recriminarme mi ausencia, mi falta de compromiso. Me preguntabas cómo me lo estaba pasando, ¿y q iba a decirte? "Estoy en una playa donde Hugo sería feliz", no, sólo te hablaba de la playa, del tiempo y de cuando tuviese un momento miraría el correo que me acababas de mandar. Y volví a Sevilla, a seguir aguantando tus sarmones, tu desgana, tu superioridad y tus cabreos. Pero no pasaba nada, me hacías daño, pero no sabías por lo que estaba pasando, no lo entendías... Nunca entendiste de sentimientos, solo de hechos, y los primeros no sabía explicártelos. Pero aun así, creía q algún día podrías comprenderme.

Al final de Julio, una fecha "importante", una de esas q para ti nunca lo fue, y aunque para mi si, me conformaba con que no nos peleásemos, aun sabiendo que había fechas q era mejor olvidar porque no fallaba, día señalado en el calendario, día de enfado. Llegó tu cumpleaños, tenía otra gala, era una excusa, salir, para ti, por compromiso, para mi para pasar un buen rato. Pero cometí un error, uno para mi, y al menos dos para ti. Dejé mi móvil en mi bolso y se lo dejé a un amigo, quise dejartelo a ti, mi compañero, mi fiel amigo, pero tu no estabas, no te encontraba y me resultaba molesto cargar con él mientras hacía fotos. En el descanso os encontré en un reservado, recuperé mi bolso, toqueteé algo en él, y lo puse a tu lado, confié en ti, en q a pesar de estar matando el tiempo con tu móvil, me habrías escuchado, te dije dónde lo dejaba, te pedí que no lo perdieras de vista, pero no debiste oírme, tu sudoku te tenía absorto. Me fui a seguir desempeñando la excusa con la q te había metido en una discoteca en la q me apetecía estar. Entre el revuelo de gente, te vi llegar hasta donde me encontraba ¿y mi bolso? me tranquilizaste, lo tenía mi amigo, pero este estaba allí junto a mi, y no, no lo tenía. No importaba, lo tendría otro, pero tampoco. Me despedí del último en la puerta, le entró prisa por irse, y allí te encontré, ibas buscando lo que "yo había perdido". Mi bolso no estaba y no lo encontrabas, creías q lo tenía yo, pero no. Asumiste tu culpa y dos frases después la culpa era mía. era mía por dejárselo a otro q no eras tú, pero yo te lo había dejado a ti, entonces la culpa volvió a ser mía por confiar en ti y por ir vestida como una modelo en vez de como una fotógrafa ¿cómo se viste una fotógrafa para ir a un evento de moda? ¿en vaqueros y con botines? ¿Por no ir vestida como quien hizo las fotos que luego me recriminaste no retocar? ¿Desde cuándo te molestaba cómo vistiese? Horas después, apareció mi bolso, revuelto y sin mi iPhone. No me molestó q me lo robaran, no era la primera pertenencia golosa q me robaban, no, me dolió que no reconocieras tu inconsciencia, tu culpa, tu despiste y q me echaras las culpas por confiar en ti e ir vestida como una... modelo. Te fuiste, lo agradecí, me conozco, sabía q el enfado se me pasaría. Pero al día siguiente, tenías q volver a recordarme q era culpa mía. Pero no importaba, a pesar del daño, la pérdida había sido una tontería, sólo era algo material, algo reemplazable. Lástima q tu traición no. Tardé pocas horas en comprarme otro iPhone, y al llegar al bar en el q estabas con un amigo, ya no estaba enfadada contigo, trataste de volver a sacar el tema pero te corté, no era necesario meter el dedo en la yaga, aunque es algo que siempre te ha encantado.

Siguieron pasando los días, pero el agua no terminaba de calmarse, siempre había algo por lo que saltar, ¿verdad? algo que echar en cara. Tu actitud había cambiado, lo quise achacar a la crisis de los 30, no habías entrado con buen pie, así q todo era culpa de eso. Necesitabas centrar tu vida, programar tu futuro, el nuestro.

Los exámenes de septiembre llegaron, pero no mis ganas de concentrarme. Una discusión tonta se salió de madre y me hiciste reflexionar, como otras tantas veces, me menospreciaste, infravaloraste mis valores, mi moral por no ser igual que la tuya, te parecía horrible y retrógrada mi ideología, consideraste a viva voz que reconocer ser feminista era algo fuera de lugar, comenzaste a criticarme y infravalorarme por, según tú, no pensar como tú. Me llamaste extremista. Tu tono volvió a subir como ya era costumbre, decías que era tu torrente de voz, pero aún recuerdo cuando me contabas tu día, con voz dulce y susurrante para que me durmiese las primeras noches q dormíamos juntos. No entendía cómo no podías darte cuenta, siempre hemos defendido las mismas ideas, tú, aun sin saberlo, eres igual de feminista que yo, pero para ti era mucho más fácil tacharme de hembrista. Ese fue el día que me di cuenta q no quería casarme contigo, q no quería pasar el resto de mi vida con alguien como tú. No por la discusión en sí, sino porque para qué estar con alguien q siempre trata de imponer su opinión sobre el resto y q sólo acepta argumentos racionales con una base... ¿científica? ¿tangible? Soy artista, no me pidas q piense como tú, q actúe como tú, no soy racional, me muevo por emociones, y no, no te voy a dar una explicación racional a un sentimiento porque aunque creas q es porque no quiero, es porque no se.

Mientras más se acercaba la fecha, ya sólo pensaba en irme a Berlin, tenía unas ganas tremendas de perderme, de olvidarme del mundo, de huir de todo. Pero te adelantaste, te fuiste antes a Ginebra, mi fin de semana en Granada fue muy estresante, lo cierto es q lo pasé bastante mal, aunque nuevamente llorase en las profundidades del mar. Volví a Sevilla sin ganas de nada, había conducido muchos kilómetros y ansiaba mi cama, pero me di una ducha y me lancé a la aventura, como siempre hago cuando me siento mal, y aquella noche se convirtió en un día en Isla Mágica, algo totalmente surrealista, pero me vino bien, me sentía bien aunque cansada. En realidad, no quería volver a casa, no quería que aquel día terminase.

Tres días después, me fui a Berlin. Me había sentido bien esos últimos días, parecía que el destino quería q me llevase un buen sabor de boca para que quisiese volver. Pasaron los días, y en mi añoranza tomé conciencia de lo q me faltaba en aquel viaje, me faltaba mi compañero. Hablábamos casi a diario, y cuando no lo hacía, lo echaba en falta. Pero mi vuelta no fue como esperaba. Te habías vuelto a ir a Ginebra, y de nuevo tu mala cabeza volvió a herirme. Te habías equivocado con los billetes, ya no volveríamos juntos desde Madrid a Sevilla, sin embargo tu asiento estuvo vacío todo el camino de vuelta. Cuando me faltabas, había encontrado consuelo en quienes me habían devuelto un poco de alegría poco antes de irme, y fue en ellos en quien, quizás inconscientemente, me sustentaba cuando me sentía sola. Volver a verte no fue lo mismo, te seguía queriendo, pero faltaba algo. Me faltaba la convicción de querer casarme contigo el día después del fin del mundo.