miércoles, 24 de abril de 2013

Cuento para la más pequeña de las rosas

 
Érase una vez una joven rosa aburrida en su jardín. Vivía en calma, sin emociones, hasta que una noche un jardinero se acercó a ella. Le susurró las más dulces palabras que jamás había oído pronunciar a un hombre...

Hora tras hora, el amor fluía de sus labios. Le hablaba del presente; del pasado; de sus anhelos y sus sueños; de sus miedos y fantasías; y de un romance mal acabado con una joven llamada Rocío.

Cada palabra evocaba una nueva esperanza y una nueva sensación a aquella solitaria rosa. Ella quería preguntar, conocer a aquel extraño. Quería indagar más en cada uno de sus secretos, pero no era capaz de interrumpirle en sus divagaciones. La emoción la inundaba...

Cuando el cielo comenzó a aclarar, la rosa reunió las fuerzas necesarias para sucumbir a las dudas que la asaltaban, pero aquel jardinero, esbozando una triste sonrisa le dijo: "Mañana te contaré mi futuro".

Pero a la noche siguiente, él no regresó. Como tampoco lo haría en las siguientes. La joven rosa comprendió que aquella primera vez había sido la última. Y llegando al Alba, una lágrima recorrió sus pétalos, y a eso, los mortales lo llamaron rocío.

miércoles, 17 de abril de 2013

Soñar tu ausencia

Silencio. Esta noche, de nuevo, he vuelto a despertar sobresaltada. Hoy he vuelto a soñar contigo. A pesar de la cercanía, no hemos compartido ni media palabra, tan sólo nos contemplábamos primero entre la multitud y después sin permitir que el aire se moviese entre nosotros. Nos encontrábamos en un baile. Ambos necesitábamos volver a bailar juntos, y entonces, me abrazabas. Podía sentir tu cuerpo junto al mío. Pero no me hablabas. Ansié una respuesta para cada una de las dudas que me asaltan, pero tú callabas, tan sólo me mirabas. Dulce, tierno. De esa manera tan tuya. Notaba encogérseme el pecho.


No recuerdo cuál fue la excusa para que bailáramos. No importaba, no hacía falta encontrar motivos para hacerlo. Sentí tu cuerpo contra el mío. El suave tacto de tu piel entre mis dedos. Anhelé poder sentir los latidos de tu corazón inquieto. Un corazón ahora muerto. Tu habrías podido sentir el mío si no hubiese sido tan sólo un sueño. Por unos minutos, se pasó mi tiempo. Volví a ser tuya. Al despertar, de nuevo mi rostro se encontraba bañado en lo que una vez fueron lágrimas. Pero únicamente fue eso, un sueño.

miércoles, 10 de abril de 2013

Regreso al hogar

 

Rosanera llegó al refugio con un centenar de dudas en la cabeza, no podía creer lo que había ocurrido. Uriel no era Uriel… era el Escultor… ¿pero desde cuándo? Todo lo que sabía de él… ¿era mentira? ¿cuándo había dejado de ser él? ¿Lo había llegado siquiera a conocer o sólo había visto una quimera? ¿Debería ir a buscarlo o se sentiría traicionada al comprobar que no era a él a quién conocía? Se encontraba confusa…

Al entrar en el enorme salón colocó su iPhone en la base del iPod de la minicadena, comenzó a sonar “My inmortal”, tras lo que se dirigió al sofá para sentarse mientras se encendía un cigarrillo. No conseguía comprender bien lo ocurrido aquella noche. La noche en la que había sobrevivido a una Assamita. Desde la llamada del Sabbat la noche anterior, sabía que aquellas entregas serían una trampa mortal para todos los vástagos de la ciudad que acudiesen a los encuentros, y los ataques diurnos a los refugios no habían ayudado a mantener la calma. La mayor parte de los vástagos acudieron malheridos. Todo apuntaba a un suicidio en masa. Pero ella tenía muy claras sus prioridades, aunque Andrea no fuese una de ellas. Todavía no había asimilado por qué aquellos vástagos habían acudido a un lugar que se sabía que sería un suicidio si tanto les importaba su no vida e iban a salir corriendo. Luciel al menos había sido rápida. ¿A qué pensarían que iban? ¿A una fiesta de tartas? ¡Obviamente era peligroso! Y huir nunca es una buena opción, los enemigos aprovechan la cobardía para atacar por la espalda y nunca se debe dejar desprotegida cuando el enemigo te rodea, eso es algo que ya le enseñaron hacía muchos años en un mal encuentro.

Rosanera sintió un extraño impulso que la llevó hacia su abrigo. Se levantó, caminó unos pasos y miró dentro de su abrigo. Dentro del bolsillo izquierdo encontró una nota. “No olvides quien eres y lo que eres capaz de hacer. Si en algún momento se te olvidase, yo estaré ahí para hacértelo recordar… Espero que sea de su gusto”. Una sonrisa iluminó el triste semblante de la rosa, ese que horas antes se había tornado en sangre por la angustia y la melancolía al contemplar el cuadro de Alison. Aún mantenía la herida en su dedo, producto de los cortes que le hizo el anillo al girarlo. A pesar de todo, de los peligros que la acechaban, de la ansiedad que la envolvía, un haz de luz le mostraba la esperanza. Tal vez no todo estuviese perdido.