martes, 14 de febrero de 2012

Primera Parte

http://www.youtube.com/watch?v=wPPySXpXOC0 "Amour, Amour" de Rammstein


Siempre he sabido q las palabras se las lleva el viento, que hay cosas q se dicen xq en un momento determinado se sienten, o se creen sentir, y q poco después ya no tiene xq ser cierto. Cada uno es uno mismo y sus circunstancias, lo sé, lo aprendí hace años, fue una de esas verdades q te enseña un cuasi desconocido, pero q te marcan para toda la vida...

Nos conocimos por compartir amigos en un lugar al q dejé de ir por el "que dirán" de las gentes, un lugar donde hasta que dejé a mi ex, estaba a gusto. Nos reencontramos por casualidad un par de años después. Seguía pensando de ti lo mismo que cuando me reía de q te dieran miedo las arañas, es algo que siempre me pareció muy cómico.

Ya sabías por aquel entonces como era, cómo me sentía, te convertiste en amigo y confesor, conociste a mi ex, y decías comprender cómo me sentía, me animabas a no seguir así, a valorar si me compensaba, y no compensaba, pero necesité un último empujón para abandonar la carrera, esa carrera llena de obstáculos q nosotros mismos no habíamos interpuesto.

Poco a poco me fui enamorando de ti, me fui dando cuenta de la importancia q ibas tomando en mi vida, y llegó el 9 de febrero y otra vez fui carcelera de unos besos... Cuando me quise dar cuenta ya era tarde, sabía q no tendríamos futuro, lo hablamos, lo comprendimos, pero aun así lo intentamos. Nos pronosticamos tres meses, y esos meses pasaron, y decidimos darnos tres años más. Por tres años firmamos un contrato. No era por el compromiso, era por estar juntos, si los superábamos, seríamos capaces de pasar el resto de nuestras vidas juntos...

Creía, q engañada estaba, q serías mi pareja perfecta, la definitiva, q tontería, ¿cierto? después de tanto, creer q con 22 había encontrado a la otra mitad de mi alma. Qué estúpida. Pero aun así, creí querer pasar el resto de mi vida contigo. No creo en el matrimonio, pero aun así, quería casarme contigo, pero tú no sabías si querías hacerlo contigo, no sabías si era la adecuada.

Fue pasando el tiempo, nos iba bien, quien nos veía, creía q éramos una pareja perfecta. No se nos veía mal, no discutíamos y siempre dábamos una imagen de complicidad absoluta unida a ¿amor? ¿cariño? Nos apoyábamos en todo, nos animábamos a seguir adelante en los momentos duros, nos empujábamos en los momentos de duda, nos dábamos ánimos.

Tras el accidente, me sentía mal, las pastillas no me ayudaban, me deprimían, y luego ocurrió lo de Hugo, sé q lo pasaste mal, pero no comprendiste mi duelo, mi desconsuelo y mi malestar. Pasado un mes, decías q ya había pasado bastante, q era momento de superarlo, pero yo no lo sentía así. Cada noche, cuando te dormías, me iba a llorar al sofá. No había noche que no lo hiciera. Y cuando parecía q comenzaba a superarlo, la vida, mi inconsciencia, mi mal hacer, me la volvía a jugar. Y tu no entendías nada, no comprendías q pudiese sentirme mal. Todo se me juntaba, pero no te decía nada. Tu te agobiabas con el trabajo, y yo te apoyaba, te seguía animando a seguir adelante mientras yo me quedaba atrás. No te dejaba ver mi dolor, mi angustia, no te recriminaba tu falta, no eras consciente, no lo entendías.

Los días seguían pasando, los meses, y aunque no te lo mostraba, me sentía como el tiburón q llora, cuyas lágrimas no se ven porque está en el agua, en las profundidades se siente solo, y las lágrimas fluyen volviendo salada el agua... Y cuanto peor me sentía, más me decepcionabas, nunca deseé decirte qué hacer o cómo comportarte conmigo, si lo hacía, ¿qué gracia tenía lo nuestro? La magia partía de la naturalidad, nunca quise forzar nada, y donde no había, quedaba la nada, quedabas tú, tal cual eras, sin modificar tu naturaleza. nunca quise cambiarte, si lo hacía, ya no serías maravilloso por ti mismo, sino porque te amoldaras a mi, y eso es lo último que siempre he querido. No creí enamorarme de ti por una falsa imagen, sino por mostrarte ante mi tal como eras, aunque quizás me equivocase. Un día me llamaste ingenua, no me dolió por sentirme engañada por otras personas, sino por ti, por ver que no eras quien creía.

Una tras otra las decepciones fueron aflorando. Detalles q no tendrían por qué haber tenido importancia, la cobraron. Una noche de junio, también por casualidad, me encontré a un amigo hecho polvo, y como amiga, quise ayudarle, quizás por empatía, mis sentimientos anteriores afloraron, se entremezclaron con los suyos y tu creíste ver fantasmas donde sólo había noche. Comenzaron las peleas, llegando incluso a gritarme en mitad de la calle, y a eso no estaba dispuesta. No huí, simplemente intenté evitar que aquella riña llegase a más. No tenía ánimos para luchar.

Y llegó Julio, ni siquiera te acordabas, no te culpo de ello, cuando te conocí, ya sabía de tu mala memoria, de tu falta de costumbre por anotar las fechas, ¡si ni siquiera eras capaz de decirme la fecha de nuestro aniversario! Ahí si necesitaba huir, salir de la ciudad, irme a la playa, a Madrid, correr hasta morir exhausta. Era la semana del aniversario de Hugo, una semana "difícil" para mi, y a ti lo único q te importaba era q no estaba en Sevilla arreglando el destrozo de otra persona, te molestaba que me fuese con mi madre lejos, de "vacaciones", mi "obligación" era estar contigo, salvar lo q habíamos iniciado y tu habías firmado, porque era tu nombre el q quedaba en entre dicho, el q quedaba mal, por que tú te habías comprometido por mi con un trabajo que no tenía q ver contigo, sino conmigo, que habías hablado por mi, habías dado la cara por mi, aunque las fotografías las hubiese hecho otro, aunque yo ya hubiese perdido dos semanas en diseñar algo perdiendo así mi tiempo de estudio, sabiendo que me presentaba a exámenes que no aprobaría por no tener tiempo para estudiar, aunque hiciese tiempo que te decía que no me agradaba la idea de regalar así mi tiempo y mi trabajo a quien no lo merecía. Pero te daba igual como me sintiese, sólo pensabas en que huía para divertirme con mi madre, para ahorrarme el engorro de trabajar gratis. No hacías más que llamarme para recriminarme mi ausencia, mi falta de compromiso. Me preguntabas cómo me lo estaba pasando, ¿y q iba a decirte? "Estoy en una playa donde Hugo sería feliz", no, sólo te hablaba de la playa, del tiempo y de cuando tuviese un momento miraría el correo que me acababas de mandar. Y volví a Sevilla, a seguir aguantando tus sarmones, tu desgana, tu superioridad y tus cabreos. Pero no pasaba nada, me hacías daño, pero no sabías por lo que estaba pasando, no lo entendías... Nunca entendiste de sentimientos, solo de hechos, y los primeros no sabía explicártelos. Pero aun así, creía q algún día podrías comprenderme.

Al final de Julio, una fecha "importante", una de esas q para ti nunca lo fue, y aunque para mi si, me conformaba con que no nos peleásemos, aun sabiendo que había fechas q era mejor olvidar porque no fallaba, día señalado en el calendario, día de enfado. Llegó tu cumpleaños, tenía otra gala, era una excusa, salir, para ti, por compromiso, para mi para pasar un buen rato. Pero cometí un error, uno para mi, y al menos dos para ti. Dejé mi móvil en mi bolso y se lo dejé a un amigo, quise dejartelo a ti, mi compañero, mi fiel amigo, pero tu no estabas, no te encontraba y me resultaba molesto cargar con él mientras hacía fotos. En el descanso os encontré en un reservado, recuperé mi bolso, toqueteé algo en él, y lo puse a tu lado, confié en ti, en q a pesar de estar matando el tiempo con tu móvil, me habrías escuchado, te dije dónde lo dejaba, te pedí que no lo perdieras de vista, pero no debiste oírme, tu sudoku te tenía absorto. Me fui a seguir desempeñando la excusa con la q te había metido en una discoteca en la q me apetecía estar. Entre el revuelo de gente, te vi llegar hasta donde me encontraba ¿y mi bolso? me tranquilizaste, lo tenía mi amigo, pero este estaba allí junto a mi, y no, no lo tenía. No importaba, lo tendría otro, pero tampoco. Me despedí del último en la puerta, le entró prisa por irse, y allí te encontré, ibas buscando lo que "yo había perdido". Mi bolso no estaba y no lo encontrabas, creías q lo tenía yo, pero no. Asumiste tu culpa y dos frases después la culpa era mía. era mía por dejárselo a otro q no eras tú, pero yo te lo había dejado a ti, entonces la culpa volvió a ser mía por confiar en ti y por ir vestida como una modelo en vez de como una fotógrafa ¿cómo se viste una fotógrafa para ir a un evento de moda? ¿en vaqueros y con botines? ¿Por no ir vestida como quien hizo las fotos que luego me recriminaste no retocar? ¿Desde cuándo te molestaba cómo vistiese? Horas después, apareció mi bolso, revuelto y sin mi iPhone. No me molestó q me lo robaran, no era la primera pertenencia golosa q me robaban, no, me dolió que no reconocieras tu inconsciencia, tu culpa, tu despiste y q me echaras las culpas por confiar en ti e ir vestida como una... modelo. Te fuiste, lo agradecí, me conozco, sabía q el enfado se me pasaría. Pero al día siguiente, tenías q volver a recordarme q era culpa mía. Pero no importaba, a pesar del daño, la pérdida había sido una tontería, sólo era algo material, algo reemplazable. Lástima q tu traición no. Tardé pocas horas en comprarme otro iPhone, y al llegar al bar en el q estabas con un amigo, ya no estaba enfadada contigo, trataste de volver a sacar el tema pero te corté, no era necesario meter el dedo en la yaga, aunque es algo que siempre te ha encantado.

Siguieron pasando los días, pero el agua no terminaba de calmarse, siempre había algo por lo que saltar, ¿verdad? algo que echar en cara. Tu actitud había cambiado, lo quise achacar a la crisis de los 30, no habías entrado con buen pie, así q todo era culpa de eso. Necesitabas centrar tu vida, programar tu futuro, el nuestro.

Los exámenes de septiembre llegaron, pero no mis ganas de concentrarme. Una discusión tonta se salió de madre y me hiciste reflexionar, como otras tantas veces, me menospreciaste, infravaloraste mis valores, mi moral por no ser igual que la tuya, te parecía horrible y retrógrada mi ideología, consideraste a viva voz que reconocer ser feminista era algo fuera de lugar, comenzaste a criticarme y infravalorarme por, según tú, no pensar como tú. Me llamaste extremista. Tu tono volvió a subir como ya era costumbre, decías que era tu torrente de voz, pero aún recuerdo cuando me contabas tu día, con voz dulce y susurrante para que me durmiese las primeras noches q dormíamos juntos. No entendía cómo no podías darte cuenta, siempre hemos defendido las mismas ideas, tú, aun sin saberlo, eres igual de feminista que yo, pero para ti era mucho más fácil tacharme de hembrista. Ese fue el día que me di cuenta q no quería casarme contigo, q no quería pasar el resto de mi vida con alguien como tú. No por la discusión en sí, sino porque para qué estar con alguien q siempre trata de imponer su opinión sobre el resto y q sólo acepta argumentos racionales con una base... ¿científica? ¿tangible? Soy artista, no me pidas q piense como tú, q actúe como tú, no soy racional, me muevo por emociones, y no, no te voy a dar una explicación racional a un sentimiento porque aunque creas q es porque no quiero, es porque no se.

Mientras más se acercaba la fecha, ya sólo pensaba en irme a Berlin, tenía unas ganas tremendas de perderme, de olvidarme del mundo, de huir de todo. Pero te adelantaste, te fuiste antes a Ginebra, mi fin de semana en Granada fue muy estresante, lo cierto es q lo pasé bastante mal, aunque nuevamente llorase en las profundidades del mar. Volví a Sevilla sin ganas de nada, había conducido muchos kilómetros y ansiaba mi cama, pero me di una ducha y me lancé a la aventura, como siempre hago cuando me siento mal, y aquella noche se convirtió en un día en Isla Mágica, algo totalmente surrealista, pero me vino bien, me sentía bien aunque cansada. En realidad, no quería volver a casa, no quería que aquel día terminase.

Tres días después, me fui a Berlin. Me había sentido bien esos últimos días, parecía que el destino quería q me llevase un buen sabor de boca para que quisiese volver. Pasaron los días, y en mi añoranza tomé conciencia de lo q me faltaba en aquel viaje, me faltaba mi compañero. Hablábamos casi a diario, y cuando no lo hacía, lo echaba en falta. Pero mi vuelta no fue como esperaba. Te habías vuelto a ir a Ginebra, y de nuevo tu mala cabeza volvió a herirme. Te habías equivocado con los billetes, ya no volveríamos juntos desde Madrid a Sevilla, sin embargo tu asiento estuvo vacío todo el camino de vuelta. Cuando me faltabas, había encontrado consuelo en quienes me habían devuelto un poco de alegría poco antes de irme, y fue en ellos en quien, quizás inconscientemente, me sustentaba cuando me sentía sola. Volver a verte no fue lo mismo, te seguía queriendo, pero faltaba algo. Me faltaba la convicción de querer casarme contigo el día después del fin del mundo.