viernes, 26 de febrero de 2016

Clavos a martillazos

  
Ocultó el ruido que entraba por la ventanilla subiendo la música. Como acostumbraba a hacer, regresaba de la playa, de correr por la arena y nadar hasta quedar sin aliento. El cielo se veía ya iluminado por la contaminación de la ciudad, y el olor cambió, se volvió denso, húmedo y cálido. ¿Y si todo terminase ahora? Me ahorraría tanto que tal vez hasta mereciese la pena… Suspiró de nuevo.

Deja el coche lo suficientemente lejos como para que nadie lo descubra.  Bajó y lo cerró. Glabro, Crinos, Hispo, Lupus. Corre. Las hojas húmedas mojan su pelaje negro. Corre. Llega. Cambia. Su ropa vuelve a estar en su sitio, nada ha cambiado, ¿o sí? Ahora lleva más cosas. Cosas que le hacen sentirse más… completa. De fondo se oyen las voces. Voces amigas. “un juego… el premio será una cerveza…” “toma, bebe”. “Bebe”. Todo da vueltas. Es todo tan agradable. Se aparta un instante del gentío, sus botas desaparecen, y comienza a girar sobre sus pies descalzos. Cae al suelo sobre la hierba. Frena su instinto. Se levanta. Regresa.

Negativas. Cerveza. ¿Miedo? ¿Cómo podía sentir miedo? Cerró los ojos. Negro. Quietud en los latidos. Silencio. Suspira. No podía creer que se hubiese cumplido aquello de lo que le avisaron. Rabia. Maldita rabia. Pero, ¿fue la rabia? ¿o fue ella? Ya nada era como antes y lo sabía. Hacía mucho que había tomado conciencia de ello, que ya nada volvería a ser como antes… Más negativas. Más cerveza. ¿Un beso? Tristeza. Odio. Rabia. Deja de escuchar su entorno. Ya nada importa. Locos que hablan. Locos que piden. Locos que ofrecen. A nadie parece importarle lo que realmente importa. Silencio. Paz. Hora de regresar a casa. ¿A casa? Se ríe. A casa…

Sonríe. Promete. Miente. Caos. Impulsos. Manos que aprietan con fuerza. Azul. Naranja. Rojo. Golpea la encimera. Se apoya contra la pared. Más fuerza. Llegan al suelo. Lo agarra y tira. Lo empuja contra la cama. Muerde. Araña. Vuelve a morder. Caos. Violeta. Negro. Cierra los ojos. Pero el clavo no saca al anterior. Él duerme. Ella se marcha. Ya mañana será otro día. 



Con dos copas de más

Pues ten cuidado, no vayas a ser el siguiente”. Su tono había sonado demasiado sarcástico incluso para ella. Tal vez no debería habérselo dicho, pero era lo que le había ocurrido con la anterior persona que le había dicho que no la abandonaría, y con la anterior, y con la anterior… y con la anterior. Demasiada gente. Demasiados muertos. Demasiados abandonos.

Se recostó sobre el sofá, pensativa. El whisky se mecía en el vaso al compás de los giros que le daba. Sobre la mesa depositó otro. “Con dos copas de más…”. La llama del mechero iluminó su cara al encender un cigarrillo. Aunque aún era de día, se había preocupado de cerrar las cortinas y no quería levantar sospechas encendiendo las luces. Una nube de humo denso se detuvo ante sus ojos. Se mojó los labios con la bebida y pensó en que le habría gustado. Era mucho mejor que la mierda que solía beber. La ultima copa de hoy va por…

Sombra de Lobo se sentía abandonada. De nuevo a su suerteeste valle de desgraciados… ¿Cómo podía ser posible? Sentía su rabia. Su ira. Esa sensación tan frustrante que hacía años que no sentía. Ese dolor que le daba ganas de destruirlo todo. ‘nos la han jugado’. No. No. Nada debió ser así. Nada. Todo salió mal. ¿Y para qué? ¿Para ‘salvar’ a quien no quería ser salvado? Ya podrían haber dejado que se pudriesen allí dentro. Era lo que querían. Y por su culpa ahora tendrían un caballo de Troya. Mentiría. Les engañarían. Les harían creer en... ¿su bondad? Los había sacado pero nunca podría creer en ellos, protegerlos. No, no con tanto odio. Su culpa… Por su culpa… sal en las heridas.

Respiró hondo. Hizo caso a sus propias palabras. ‘Respira’. ¿Cu s una estupidez'. 'a de Lobo, por un instante, volvi Su culpa...ántas veces no se lo habría dicho a alguien? No era posible. Nada tenía sentido. Fue todo tan… absurdo. No podía ser que aquello hubiese terminado así. No podía. No podía ser tan.. triste…

Pero quizás alguien podría arreglarlo… Quizás aún estaban a tiempo. Quizás aún era posible solucionarlo.... Sombra de Lobo, por un instante, volvió a sentirse necia. ‘Es una estupidez’, pensó chasqueando la lengua. Una lágrima recorrió su mejilla. Cambió su copa vacía por la de la mesa. Nadie vendría a bebérsela.

¿Y ahora qué?’ De nuevo se sentía abandonada. De nuevo sola. Como siempre. Dio un buche a la copa… Recuerdo el tiempo en que pisabas donde yo pisaba. No faltan la rabia, las ganas… Respira hondo. Otra lágrima. Otra calada. Otro sorbo. Yo te despido a mi manera… Pierde la mirada en una copa casi vacía. Que el corazón es lo único que se ha roto y ha dejado caras triste observando un pie de foto…

Suelta la copa. Apaga el cigarrillo. Se incorpora. No queda esperanza, se la llevaron consigo, y ahora la caja es una cámara de frío. No tiene nada que demostrar. Se han ido y ya sólo queda seguir adelante. Aquí todo es un desastre te estas perdiendo poca cosa

El ciclo se cierra. El mundo puede irse al carajo… Tenía que seguir adelante. Seguir con su vida, como siempre. Esta vez había aprendido la lección. No lo olvidaría. Nada tenía ya solución y sólo le quedaba hacer lo de siempre, sobrevivir… Con dos copas mas que echo de menos… dos copas de más que saben a veneno…



martes, 23 de febrero de 2016

Malas noticias


Esa era una noche especial. Podía sentir la lluvia sobre su rostro, el aire le reboleaba el pelo, y la bravura de las olas le invitó a quitarse la ropa para adentrarse en el mar. A lo lejos, la tormenta se vislumbraba imponente, llegando a ver los rayos adentrándose en la línea del horizonte. Ese horizonte inalcanzable que siempre le había perseguido. Ese nunca parar porque siempre hay más. Algo en su interior le pedía salir, esa ansia de libertad le hizo nadar con todas sus fuerzas mar a dentro, hasta agotarse. Sintió su cuerpo zarandeado por las olas mientras el agua le golpeaba. Cerró los ojos hasta que sintió la calma, perdiendo la cuenta del tiempo que pasó esperando. Casi podría haberse dormido con el vaivén. Le gustaba el contraste entre el aire frío y el agua caliente.
Había sentido la necesidad de limpiar su cuerpo de esa extraña sensación de ¿culpa? ¿remordimiento? La noticia le había obligado a hacer aquello contra lo que llevaba cuatro años luchando. Un falso sentimiento de culpa le había hecho ir a visitarles, a decirles un último ‘adiós’. Recordó entonces la inexpresividad de Justa Venganza al darle la noticia, y su sorpresa al descubrir que su madre, tras tanto tiempo, había movido un dedo para hacer algo que no fuese irse de compras. Aunque probablemente hubiese una explicación lógica para que estuviese allí. Ella, que nunca había trabajado, y de todas las empresas del mundo, había elegido justamente esa. Olía a gato mojado.
Al caer la noche, Pam había entrado por la Ronda del Litoral, pero a pesar de que su destino estaba próximo a la puerta principal, prefirió dar un rodeo. Aparcó lejos, donde no llamase la atención de los ojos curiosos. Entrar no le resultó difícil a pesar de que el lugar había cerrado a las dos de la tarde. Contaba con no encontrarse a ningún guardia de seguridad. ¿Quién haría una ronda por allí en Nochebuena? Y atravesando los cipreses al fin llegó a Santa Creu. Al otro lado del bloque de hormigón hueco pudo ver su silueta, iluminada por el resplandor del cielo. A su abuela le encantaba aquel ángel yacente. Tras más de doce horas de camino, al fin había llegado al panteón que tanto le gustaba a su abuela, y en el que pasaron tantas horas leyendo sobre sus escalones. Se dejó caer en un rincón del mismo, apoyada sobre una de sus columnas. El suelo aún estaba húmedo. La lluvia de los días anteriores habían dejado el cielo limpio, y se podían ver un sinfín de estrellas, aunque a lo lejos, más allá de la costa, se podía ver la tormenta sobre el mar.
 
Recordó la historia que le solía contar su abuela. Cuando era joven se enamoró de un muchacho, y se escondían allí durante horas, mirando el cielo y hablando del futuro, y que algún día descansarían allí juntos para siempre. Pero el padre de su abuela le obligó a casarse con otro hombre, mayor que ella. Su abuela trató de fugarse junto a su amado, pero la noche que lo habían planeado, él no apareció. Su padre le dijo que el joven había preferido coger el dinero que le ofreció antes que quedarse con ella. Por lo que, resignada, se casó con su prometido. Años después, tras la muerte de su padre, su madre le confesó que éste había pagado para que “le hiciesen desaparecer”.
Decidida se incorporó y se acercó a la puerta. La cerradura era antigua, pero el mecanismo de hierro parecía mantenerse intacto tras más de un siglo. La abrió con cuidado. Un fuerte chirrido resonó contra la pared de lápidas. Encendió la linterna y bajó las escaleras. Unos pocos escalones, altos y estrechos, daban a una galería en forma de ele. Colocó la luz de forma que rebotase en las paredes, dándole la luz suficiente para poder encontrar las cenizas de su abuela. Una pequeña urna sobre un pedestal con su nombre le confirmó que la había encontrado. Debajo se encontraban las de sus padres. Se sentó en el suelo, a los pies del muro en cuyos huecos se encontraban los restos de su familia. Tras unos instantes en silencio, suspiró.
Hola Tata. Al final he venido. Aunque parece que ellos han llegado antes que yo. Esta vez no han sido los últimos . Sus frases eran pausadas. Tenía tantas cosas en la cabeza que no sabía ni por dónde empezar . Me la has liado bien, ¿eh, Tata? Me hiciste creer que me confiabas tu más preciado bien y al final ha resultado más una condena que un legado… Y encima, ¿para qué dejarme las instrucciones, no? Si era mucho más interesante que lo descubriese por mi misma… tú siempre con tus acertijos… Sólo que puede que esta vez este me mate… Pero bueno, no he venido a echarte nada en cara… He venido a contarte qué tal me va sin ti… Y me va mal… o bien, según cómo quieras verlo… Porque al final sí que tenías razón, he encontrado a gente que me entiende, o al menos eso me gusta pensar… ya sabes cómo soy… Se supone que me quieren como soy porque ellos también llevan máscaras, también son personas… Porque también piensan diferente. Pero no sé, no me termino de creer que sea capaz de encajar, aunque he encontrado una nueva familia, personas con las que… “conecto”. Aunque seguro que eso ya lo sabías… Seguro que tú sabías que eso ocurriría tarde o temprano. Seguro que sabías que había más como yo, y probablemente más como tú. Aunque quizá no tuviste tiempo de contármelo, o simplemente no te atreviste, o no lo viste necesario… Pero tenías que saberlo. Seguro que por eso me alejaste de… ellos dijo desviando la mirada hacia los huecos inferiores. Silencio. . Pero también conocí a alguien. Alguien en quien confié. Alguien que me hizo albergar esperanza. Alguien que me traicionó y me hizo sentir necia. ¿Sabes? Su tono se tornó brusco . Me habría encantado presentártelo, te habría encantado. Era todo lo que querías para mí. Me salvó, me enseñó, me quiso… Silencio . Y me abandonó. Creí que había muerto, pero no, fue peor, me engañó haciéndome creer que murió. Pero no, no me enteré por él, me enteré por otra. Por otra que a la primera ocasión me utilizó, y me hizo perder la esperanza de nuevo. Pero ellos luego me demostraron que eso no era cierto. Me demostraron que aún quedaba un poco. Porque siempre queda aunque no se vea, aunque sea pequeña. Esa pequeña mota que siempre crece… y me vuelve a hacer sentir necia… Y después llegó el caos, la ira, el desasosiego… y la culpa. Y la muy maldita me trajo hasta aquí. Pero no debí venir dijo incorporándose . Debí quedarme allí con los míos, porque ahora aquí no me queda nada, y allí, bueno, tengo algo pendiente, algo que gracias a ti probablemente me lleve a… Pam recogió la linterna y subió la empinada escalera en silencio. Su viaje nunca había tenido sentido, sabía que sus palabras no tendrían respuesta, y hablarle a un tarro de cenizas no le aportaba más que lástima por sí misma. Estaba cansada de perder el tiempo y aún le quedaba un largo viaje de regreso.

Corre


Pam conducía pensativa. El coche que había cogido tiraba bastante bien, y había puesto la música al máximo. El aire que entraba por la ventanilla le golpeaba la cara con fuerza. Si alguien le hubiese preguntado en aquel momento, habría contestado que era un lagrimeo tonto por ir a 150 con la ventanilla bajada, pero no era cierto. “¿Qué haces aquí? No tienes por qué venir. Vete”. Menuda mierda de últimas palabras. Ella ni siquiera le respondió, sólo se encogió de hombros. Maldita caja. Cómo decirle que iba por él, como siempre que se metía en algún fregao. Total, ¿quién iba a creerle? Si no se creía ni ella. 170. Se enciende un cigarrillo. Rafael le habría dicho que estaba loca, y ella le habría sonreído, pero esta vez no tenía ganas ni de eso. No sentía rabia. Ni pena. No sentía nada. Había enganchado la autovía, y en ese momento no había nada que le importase.

“El plan”. Ese caos al que habían llamado plan. No le gustó nada de lo que oyó antes de entrar en aquel edificio. Con lo poco que le gustaban los hospitales de por sí. Le recordaban a todas esas veces que había tenido que ir de pequeña. “Entra y nos informas”. Claro, porque eso tenía mucha lógica en una trampa del Wyrm, seguro. Y como era de esperar, el ‘cambia pieles’ volvió a hacerse pasar por ella. Le vio cogerle el comunicador y hablar con los suyos. “Un día de estos debería hablar con él”, pensó recordando al cuervo de la ventana. El dolor de Tecnovirus le obligó a cambiar sus planes, ya no podría seguir oculta, no pudo reprimir el impulso de ponerlo a salvo. Y corrió. No le importaban los peligros ni ser descubierta, sólo corrió. Al llegar al recibidor del hospital le vio tumbado en el suelo, y aunque sabía que continuaba con vida, se temió lo peor. Le enganchó con fuerza y continuó corriendo mientras gritaba “¡Cambiapieles! ¡Vámonos!”. Estaban desorganizados, necesitaban un plan y no suicidarse en la entrada de un hospital, a la vista de todos. Pero en ese momento algo dentro de sí se rompió. Su hermano había caído, y la ira la dominó. Paró en seco, y mientras cambiaba a la forma más brutal, corrió hacia la bestia. Le golpeó con el puño en el pecho. El tiempo pareció no pasar. Sintió la hermandad, la unidad, mientras destrozaban al monstruo que les había robado al más glorioso de sus hermanos. Silencio. Tras la batalla el mundo de la manada enmudeció. Pero había que actuar rápido, y más compañeros podían estar en peligro, el ‘cambia pieles’ no estaría solo, al igual que no lo estaba en la Pelli. Al subir las escaleras encontraron sangre. Demasiada sangre. Y al volver la esquina, estaba él tendido en el suelo, sin vida. Pero había que terminar la misión. Nada habría merecido la pena si no la concluían, ya habría tiempo de lamentaciones.

A penas llevaba media hora al volante, se aburrió de aquella quietud. Un letrero le invitó a desviarse. El mar no debía estar lejos. Si se esforzaba, casi podía olerlo. Disminuyó la velocidad. “¿Scorpions? ¿En serio? Eso debe ser coña…”. Siguiente canción. Le había pedido a Tecnovirus que se hiciese cargo, que “ahora volvía”. Sweet Dream. “Necesito un pen…”. La música le había distraído. “Céntrate”, pensó. Ya no había luna, y a través del parabrisas sólo había oscuridad, y árboles. Con lo poco que le gustaban los árboles. Pero aquello no le llenaba. Paró el coche en un camino de tierra. Apagó las luces y se bajó. Glabro. Crino. Hispo. Lupus. Corre. Atraviesa el pinar. Arena. Agua. Sal. Océano. Su pelaje se moja. Homínido. Flota. Ya no se mueve. Ya no huye. Ha llegado. Silencio. Paz.

Al fin llegaron a la séptima planta. Un largo pasillo le mostraba una imagen que le erizó el pelo de la nuca, y una puerta abierta. Cuidado. Dos personas. Había que sacarlos, y su manada lo haría. Tecnovirus y ella se adentraron, pero Ley Binaria y Rabia Amarga no les siguieron. ¿Protegían la salida o quizás les habían abandonado para adentrarse en una nueva batalla? La misión. Lo importante era sacar a la parentela. Ya habría tiempo para hacer preguntas. Debía confiar. Él le preguntó. Ella mintió, como siempre hace. ¿Quién se creería que ella le seguiría? Si no se lo creía ni ella. Ni aunque Pam fuese la última Camada de Fenris, Espina no le seguiría a ninguna parte. ¿Realmente le habría creído aquel extraño?

Salen de la sala. Los cuatro. “Los tengo, vámonos”. Ahora sí. Misión cumplida. Sólo queda salir de allí. Se abre el ascensor. Tecnovirus empuja la camilla. Esa cosa no cambiará de momento. Al menos habrá tiempo de conseguir más. “Baja con él, tengo algo que hacer”. Pam baja por las escaleras. Le encuentra. Seguro que el otro acabó muy mal, demasiada sangre sin cuerpo más allá. Está convencida de que fue una batalla gloriosa. Lo carga. Continúa bajando. Se encuentra con su hermano, mientras le esperaba ha cogido al caído. Una ambulancia. Todos dentro. Marchan a un lugar seguro. Lejos, muy lejos. Donde nadie pueda verlos.

Una ola choca contra su cara. La activa. No puede tardar. Prometió que volvería pronto. Aun tiene algo pendiente. Algo que terminar. Algo que cumplir. Regresa a la orilla. Lupus. Corre. Llega al coche. Ya está seca. Arranca. Primera. Segunda. Tercera. Cuarta. Quinta. Sexta. Autovía. 170. No tarda mucho en ver las luces de Bollullos. Cartel de salida. 300 metros. 200. 100. Entra. Aparca antes de llegar a las luces. Baja del coche. Nadie la ve. Glabro. Crino. Hispo. Lupus. Y corre. Corre campo a través como si no hubiese un mañana porque realmente no le importa que no lo haya. Puede sentir el aire en todo su pelaje. El suelo bajo sus patas. Nadie puede olerle y sólo es una sombra en una noche sin luna. Siente que algo vuela cerca de ella. Oye un graznido. A lo lejos, el polígono donde aparcó la ambulancia, con él, con ellos. Homínido. No importa, nadie puede verla. Coge el teléfono que alguien se había dejado en el coche. Marca un número que odia. Comienza a haber luz.
Viento Glauco Su voz suena seca, casi hiriente —, mueve tu culo al Pibo, tenemos que hablar —. Ya no queda nada en la caja, y Sombra de Lobo ha dejado de sentirse necia.
e habría creído aquel exrtaño?+nris, Espina le seguiría a ninguna parte. . Debía confiar. Él le preguntó. Ella mintió. como ara