sábado, 5 de febrero de 2011

Un Nuevo Día

Después de dos años quién se iba a imaginar que aquello cesase aquel día… Contra todo pronóstico, aquel día no fue el final, sino el comienzo de todo, el fin de la tormenta… la calma.

Y aunque inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas y muertes de inocentes habían marcado dos años de penuria, aquel día, aunque el cielo continuaba negro, parecía que algún rayo de sol luchaba por dejarse ver…

Lo que había comenzado como una locura entre amigos, terminó convirtiéndose en una realidad… ¿qué mejor día si no?

Era el 22 de diciembre del año 2012, el primer día de la calma, de una Nueva Era… Los que quedaban estaban allí.

Los restos de la Catedral se veían radiantes, el contraste de sombras hacia radiar con un tono lúgubre y esperanzador a la vez… Un carruaje victoriano guiado por dos negros corceles llegaba a la puerta. De su interior surgió ella… Vestida de negro, con traje de brocados y encajes, ensalzando su figura, un corsé. Uno de los pajes le ayudó a descender. Aunque la plaza estaba desierta sabía que en interior la esperaban… Se pudieron oír en la lejanía los primeros acordes. Ya era la hora. Armada de valor, se adentró entre las ruinas, su caballero la esperaba.

Maravillada por la belleza del momento se dejó guiar por la música… sus pasos resonaban por donde caminaba. Y allí estaba él… sonriente, nervioso al igual que ella… impaciente.

Sus pasos parecían romperse con cada nuevo movimiento, esquivando las piedras que encontraba en su camino. Y por fin llegó a lo que en otro día fuera un altar. Vio a sus seres queridos, le sonreían, atónitos por la imagen que contemplaban…

Lo que comenzó como un acorde suave, ya era una melodía sinfónica que retumbaba en las paredes de lo que fue un templo. Al llegar junto a su amante, la música cesó. Un anciano los observaba, con ropajes sucios, que en un tiempo fueron blancos. Comenzó a recitar las palabras más dulces nunca oídas. Ambos, cogidos de las manos se miraban, absortos de lo que les rodeaba. El momento había llegado, ya nada evitaría aquello… Le tocaba decir el “Sí quiero”. Él, tembloroso, esperaba su turno, pero sus palabras fueron firmes. Ella, mostrando más calma de la que realmente sentía, lo corroboró.

Ya era oficial, lo habían conseguido a pesar de las incertidumbres, del dolor sufrido, y no había vuelta atrás, sería para toda la eternidad…

La emoción no les permitió reprimir aquel beso, aquella ansia colmada de felicidad.

La música volvió a sonar, animando a todos a aclamar aquel momento. Salieron de las ruinas victoriosos. Lo habían logrado.

O al menos, así debería haber sido si aquella tormenta no hubiese devastado la ciudad entera, llevándose consigo a todas las personas que aquella noche se encontraban en ella…