miércoles, 20 de noviembre de 2013

Un, dos, tres. Un, dos, tres.

RosaneraRosanera continuaba balanceando la cadena como horas antes había sacudido con rabia. Un, dos, tres. Enrolla la cadena de la que pendula el silbato de Cleo en su mano hacia una dirección. Lo agarra con fuerza. Una, dos, tres vueltas. Lo enrolla en la contraria. Lo vuelve a agarrar.

—Casi no recuerdo la última vez que estuve tan cansada. Esta pesadez. Tanto esfuerzo por mantenerme despierta… —Un, dos, tres. Un dos tres. Abre la mano mirando el contenido —“Metropolitan Police”, no se cuántas veces lo habré leído ya esta noche. —murmura. Silencio. Silencio incluso en sus pensamientos. Le cuesta tanto dejar de mirar el silbato. Es tan hermoso. Un, dos, tres. Un, dos, tres. Esta vez deja el puño cerrado. Contempla el sello de Armand en de su dedo índice. Por un momento le asalta el recuerdo de Luziano entregándoselo. Gira el puño. Fija la mirada en el anillo de su dedo anular, el que le regaló Luziano. Vuelve a perder la noción del tiempo. El sueño le ayuda a dejar de observarlo. Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Tres vueltas. Tres objetos apreciados... Demasiados acontecimientos para una sola noche. Horas antes me sentía tan despierta, dispuesta a cualquier cosa, y en cambio ahora… —Un, dos, tres. Un dos, tres. Algo se le cae de la otra mano. —Es cierto, la carta que me entregó Paola. Aún no tengo fuerzas para leerla. Sangre de mi sangre. Más sangre... Ya a penas me queda sangre que perder. Y más sangre que ni sé dónde se encuentra. —Silencio. Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Mierda. Se me ha vuelto a caer. Otra vez. Ya es la tercera esta noche que se me cae. —Recoge el silbato del suelo. Hace frío, el cristal del ventanal comienza a empañarse. Apoya la cabeza contra el mismo mientras busca un último cigarrillo en la chaqueta. —Sé que me quedaba al menos uno. ¡Aquí estás! —Encuentra la cajetilla machacada, saca el último cigarrillo. Lo enciende. Tras una calada, mantiene el humo en sus pulmones. Le resulta cálido. Espira. —Sería capaz de quedarme dormida aquí mismo. Me resulta tan hermosa la ciudad…—Un, dos, tres. Un, dos, tres. Vuelve a fijar la mirada en el sello. —No lo entiendo. ¿Por qué todo esto? ¿con qué fin? ¿Mereció la pena? Tanto buscar para después no poder hacer nada. Ya está despierta, quiere entregarse, tal vez ahora me pueda explicar… algo. Algo de todo lo que está ocurriendo. Tal vez cuando hable con ese cabrón por fin obtenga respuestas. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Sí, claro que sé que ha matado, pero nunca traicionaría a nadie. A nadie a quien fuese leal. Si lo mató, seguro que se lo merecía. Pero no, seguro que es mentira, una artimaña para conseguir una libertad que sabía que de ninguna otra forma se le concedería. Y la muy zorra le ha creído... —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Valiente imbécil, y encima se habrá ido con la cabeza bien alta, convencido de que hacía lo correcto. Puto egoísta. Y a quienes se queden, que les jodan. Y me deja a la cría destrozada. Y encima vendrá “el padre” con el “pobrecita mi niña, ven que yo te cuido”. Otra para echarle de comer a parte, que primero intenta jodernos y después no da la cara. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —Son muy hermosas las formas que hace el humo del cigarro. Parecen de color azul. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. —“Metropolitan police”. 5 fracasos. 6 derrotas. 25 años a su vera. 0 victorias. —Un, dos, tres. Un, dos, tres. El sonido de los pájaros la distrae. Busca en el cielo tratando de verlos. —Debería entrar antes de que lo siguiente que me resulte “hermoso” sea el amanecer… Un amanecer es siempre tan hermoso… y hace tanto que no puedo contemplarlo… —Rosanera tira la colilla antes de entrar en el interior de la casa. Se dirige a la cama mientras continúa bailando la cadena del silbato, dándole vueltas a su mano derecha. Se desviste mientras se acuesta. No es capaz de quitarse de la cabeza esa sensación de no volver a tener fuerzas para levantarse a la noche siguiente. No sería la primera vez, antes de todo esto, ya le fue imposible hacerlo. Le quedan pocas cosas que parezcan importarle. No confía en nadie, ni en sí misma. En su cabeza sigue resonando el “un, dos, tres. Un, dos, tres” hasta que le pueden las fuerzas y se queda dormida.

viernes, 1 de noviembre de 2013

All Hallows' Eve



Un año más llega la noche de Halloween. Una noche de fiesta para unos, y víspera de recuerdos para otros. Llevaba años si acercarme al cementerio, y aunque llevo en la ciudad algún tiempo, hasta esta noche no había tenido fuerzas para hacerlo.

Nunca ha dejado de resultarme irónico que esta noche sea el aniversario de la muerte de mi padre. Hoy se cumplen 40 años desde que aquel agente de policía llamó a la puerta de mi habitación del hotel para darme la noticia. Mi madre había muerto hacía años, y lo único que me quedaba era él. Recuerdo que aquella noche habíamos caminado por la ciudad que nunca duerme. Me había paseado con mi disfraz y una enorme bolsa de chucherías. Antes de llegar a la ciudad, me había dicho que tenía una sorpresa para mí, y lo fue. Llegamos hasta una pequeña tienda de artesanía donde un hombre algo mayor que él me entregó una máscara. Había organizado un pequeño desfile, y nosotros estábamos invitados. Recuerdo que estuvimos andando bastante tiempo. Al terminar, mi padre me hizo llevar de nuevo al hotel, tenía que terminar algo con el hombre de las máscaras. Me dio un abrazo muy fuerte, casi me asfixió y me quejé para que parase. Sus ojos azules se clavaron en mí. “Te quiero”. Pasé años arrepintiéndome de que no hubiese durado más tiempo. De no haber podido perderme un poco más en aquel océano. Era capaz de pasarme horas contemplando aquellas manchas azul oscuro que tenía bajo las pupilas. A la 1:17 me dieron la noticia. El tiempo pareció pararse, y yo sólo podía recordar aquel azul que ya nunca más vería.

Hace unos años, viviéndo en Roma, una noche que paseamos por el cementerio protestante, me encontré con una obra de Story que me hizo pensar en él. Había luna llena y la escultura tenía un matiz azulado. Desde que fui abrazada no había vuelto a visitar su tumba, y creí que aquella imagen sería digna de presidir el mausoleo de mi familia. Días después hice una réplica y la mandé a colocar allí. Pero lo cierto es que hasta esta noche, no la he vuelto a ver. Y ahí se encuentra. Llorando la pérdida del ser querido.

Deposito un ramo de lirios, las favoritas de mi madre. Silencio. Tranquilidad. Mañana esto estará lleno de gente con flores, pero ahora, estoy sola. Por un instante mis pensamientos vuelan sin mí. No, no quiero pensar, no quiero recordar lo perdido, no quiero recordar lo que me han quitado. Giro mi anillo. No, no pienses en él. Volverá. Media sonrisa se dibuja en mi rostro. No sé cómo, pero volverá. Volveremos a estar juntos. Aunque no sea en esta vida. Aunque no sea esta noche. Unas pisadas apresuradas me distraen. Vuelvo a ponerme la capucha de la capa. Será mejor que me marche.