Un año más llega la noche de Halloween. Una noche de fiesta
para unos, y víspera de recuerdos para otros. Llevaba años si acercarme al
cementerio, y aunque llevo en la ciudad algún tiempo, hasta esta noche no había
tenido fuerzas para hacerlo.
Nunca ha dejado de resultarme irónico que esta noche sea el
aniversario de la muerte de mi padre. Hoy se cumplen 40 años desde que aquel
agente de policía llamó a la puerta de mi habitación del hotel para darme la
noticia. Mi madre había muerto hacía años, y lo único que me quedaba era él. Recuerdo
que aquella noche habíamos caminado por la ciudad que nunca duerme. Me había
paseado con mi disfraz y una enorme bolsa de chucherías. Antes de llegar a la
ciudad, me había dicho que tenía una sorpresa para mí, y lo fue. Llegamos hasta
una pequeña tienda de artesanía donde un hombre algo mayor que él me entregó
una máscara. Había organizado un pequeño desfile, y nosotros estábamos
invitados. Recuerdo que estuvimos andando bastante tiempo. Al terminar, mi
padre me hizo llevar de nuevo al hotel, tenía que terminar algo con el hombre
de las máscaras. Me dio un abrazo muy fuerte, casi me asfixió y me quejé para
que parase. Sus ojos azules se clavaron en mí. “Te quiero”. Pasé años
arrepintiéndome de que no hubiese durado más tiempo. De no haber podido
perderme un poco más en aquel océano. Era capaz de pasarme horas contemplando
aquellas manchas azul oscuro que tenía bajo las pupilas. A la 1:17 me dieron la
noticia. El tiempo pareció pararse, y yo sólo podía recordar aquel azul que ya
nunca más vería.
Hace unos años, viviéndo en Roma, una noche que paseamos por
el cementerio protestante, me encontré con una obra de Story que me hizo pensar
en él. Había luna llena y la escultura tenía un matiz azulado. Desde que fui
abrazada no había vuelto a visitar su tumba, y creí que aquella imagen sería
digna de presidir el mausoleo de mi familia. Días después hice una réplica y la
mandé a colocar allí. Pero lo cierto es que hasta esta noche, no la he vuelto a
ver. Y ahí se encuentra. Llorando la pérdida del ser querido.
Deposito un ramo de lirios, las favoritas de mi madre. Silencio.
Tranquilidad. Mañana esto estará lleno de gente con flores, pero ahora, estoy sola.
Por un instante mis pensamientos vuelan sin mí. No, no quiero pensar, no quiero
recordar lo perdido, no quiero recordar lo que me han quitado. Giro mi anillo.
No, no pienses en él. Volverá. Media sonrisa se dibuja en mi rostro. No sé
cómo, pero volverá. Volveremos a estar juntos. Aunque no sea en esta vida.
Aunque no sea esta noche. Unas pisadas apresuradas me distraen. Vuelvo a
ponerme la capucha de la capa. Será mejor que me marche.