Como otras tantas noches, Jonás contempló su copa sobre la
barra del bar. Ya se había acostumbrado a que Lidia nunca apareciese. Se había
cansado de esperarla. Había asumido que aquel “te veo mañana” tan sólo había
sido otra de tantas mentiras, y eso le cabreaba. Al mover la mano torpemente,
derramó parte de su copa, bebió lo que quedaba en ella, se levantó y se marchó,
tal vez a casa, donde Sara, su mujer le esperaba todas las noches, convencida
de que su marido llegaba tarde del trabajo.
Ana miraba impaciente hacia la puerta, esperaba al chico del
que se había enamorado la noche anterior nada más conocerlo. Dos frases habían
llamado su atención, y al mirar tras el chico que se encontraba entre ambos, se
había encontrado con aquellos ojos verdes que sabía pertenecían al amor de su
vida. Los nervios la devoraban por dentro.
Andrés tuvo que esquivar a un hombre que se levantó
tambaleante de la barra mientras sacudía su mano con desprecio. Saludó a Ana
con una sonrisa tímida. No estaba seguro de si ella se alegraría de verle, ni
si estaría igual de nerviosa que él. Detuvo su paso, mejor se pediría antes una
cerveza. Llamó al camarero, así tendrían tiempo de llegar el resto de sus
amigos, que se habían quedado en la puerta fumando.
Víctor llevaba ocho horas sirviéndole copas a los borrachos
que frecuentaban su bar, y encima el último le había puesto la barra perdida. Sabía
que los clientes querían que les pusiese otra copa, pero su jornada ya había
terminado, y no pensaba servir ni una más.
Rosa llegaba tarde, como siempre, y sabía que Víctor se
cabrearía por hacerle esperar. Al llegar a la puerta del bar se cruzó con una
pelea en la puerta, un par de borrachos con cualquier excusa para darse unos
golpes. El portero ni trató de detenerlos, tan sólo los empujó lejos de la
puerta y la dejó pasar.
Carlos se había quedado rezagado con las últimas caladas de un
cigarrillo, pero sus ganas por entrar y volver a verla le hicieron tirar la
mitad al suelo, le recordaban tanto a Lidia… Era como volver a tenerla ante sus
ojos, aunque sabía que eso ya no sería posible, ya que había muerto hacía unos
meses por culpa de un conductor borracho que se dio a la fuga. Miró cómo pisaba
la colilla y al levantar la vista para proseguir su camino, un impacto en la
cara lo descolocó. Antes de poder reaccionar sintió cómo lo empujaban contra el
suelo, cayendo de espaldas. El cuerpo del otro cayó sobre él mientras le
golpeaba torpemente.
Víctor salió de la barra al ver entrar a Rosa, su mirada lo
dijo todo, siempre llegaba tarde, y hoy él tenía prisa, había quedado con la
vecina de su hermana, una chica de unos treinta años a la que su marido le era
infiel y se había cansado de sentirse estúpida.
Ana vio al amigo de su ¿”cita”? Se preguntó si la gente
seguiría llamándolo así, y si para él lo sería. Pero el tiempo pasaba y ella
comenzaba a inquietarse, ¿y si no acudía?
Sara se impacientaba. Había ido a recoger a Víctor al salir de
la oficina, y ya habían pasado diez minutos desde que él debería haber salido.
Se preguntaba si tal vez le hubiese dado plantón, o si se habría equivocado.
Tal vez había salido antes y se habían cruzado, o si simplemente él la había
visto y la había esquivado. Por un momento pensó que había sido un error ir. Y
se volvió a sentir estúpida.
Cuando Rosa le puso la cerveza a Andrés, éste continuó su
camino hasta Ana. Al verla se puso nervioso y su primer pensamiento cuando le
preguntó por Carlos fue decirle que no había venido, que había quedado con una
amiga. Pero de sus labios sólo salió un murmullo que debió sonar a un “no sé, se
ha quedado fuera”.
Dos agentes de policía salieron de un coche que pasaba por la
zona antes de que Carlos pudiese incorporarse. Notó como uno de ellos lo
levantaba con violencia mientras le gritaba que le diese la documentación.
Sara había salido de su coche, y mientras se fumaba un
cigarrillo, nerviosa, le sorprendió Víctor. No le había visto llegar, y el
susto la descolocó. Él se metió en el coche esperando a que ella entrase. Cuando
se montó, él, con una sonrisa, le indicó qué dirección debían tomar para ir a
su casa.
Ana salió del bar, esperando ver a Carlos, pero lo único que
encontró fue un bullicio de gente, y un coche de policía que se marchaba con
las luces puestas. Pensó que tal vez se lo había pensado mejor y se había
marchado.