Silencio. Gente. Alcohol. Drogas. Dame. Toma.
¿Cuánto? Más. Sola. Acompañada. Ruido. Sonrisas. Cerveza. Tabaco. Vicio. Risas.
¿Otra? Toma. Caricias. Control. Descontrol. Desorden. Caos.
Otra noche más, el mismo frenetismo, el mismo
vacío. Las mismas sonrisas que ocultan los problemas. La soledad del individuo que
oculta su necesidad de comunicarse. Ruido que satura hasta hacerse el silencio.
“¿Una cerveza?” “Claro”. Otra. Y otra. Sabes que
no debería. “No importa, juguemos”. ¿Bipolaridad? ¿Dualidad? Sí. No. Silencio.
Ruido. Timidez. Lujuria. Recato. ¿Dónde están los límites? “Un juego”. Me
gusta. ¿Sí? ¿No? ¿Qué más da? Dulzura. Perversión. Caos. Orden. Ternura.
Agresividad. Una mano que sube entre los muslos. Un beso suave en la mejilla.
“Sólo quiero un sofá”. “Quiero arrancarte la ropa y follarte por toda la casa”.
“Tengo miedo”. “¿Y si te follo aquí mismo?”. Otra cerveza. Otro cigarro. “¿Es
la primera?”. “¡Qué lento bebe el cabrón!”. “¿Qué ha pasado?”. “Es un
gilipollas”. “¿Qué he hecho?”. “No, no fui yo”. “No quiero hacerte daño”. “No,
quiero hacerte daño”. “Cuidado”. “Voy a empotrarte”. Juguemos. Más risas. Si.
No. Calla. Grita.
Risas callejeras. Sube la escalera mientras
pierdes la ropa. Golpea la espalda contra la puerta. Golpea la suya contra la
pared. Araña. Gime. Desgarra. Grita. Contra la encimera. Sobre la mesa. En el
suelo. Tíralo todo, no importa. Sangra. Grita.
Silencio. “¿Qué ha pasado?”. Respira. Duerme.
Cierras la puerta. Amanece. Ha sido un juego divertido. Servirá.